Nuestros abuelos trabajaron aquí. Labraron con amor y esfuerzo estas tierras fecundas, cuidaron a sus hijos como a sus cultivos. Andaban a caballos y en carros con los que llevaban su producción a la estación del Ferrocarril pero también a los mercados de Rosario y San Nicolás. Vivían en casa sencillas y acogedoras. Esta fue una zona destacada de cultivo de papas, hortalizas y legrumbres; y también, más allá de la siembra de cereales: Gallinas, patos y gansos, algunas vacas y chanchos, completaban la unidad productiva de cada familia. Aquellos inmigrantes hicieron su mundo en este lugar y fueron dándole hijos al pueblo y el pueblo les devolvió escuelas, plazas y comercios.
El área de 6 manzanas que componen este emprendimiento limita y se integra al trazado de calles de General Lagos, la localidad que no ha parado de crecer. Las tierras bendecidas por las manos de nuestros antepasados se transforman ahora en un maravilloso barrio. Estos predios fueron conocidos como “la zona de las huertas”, por eso decidimos llamar a esta urbanización “Las Huertas”, como homenaje a nuestros abuelos y sus sueños de progreso.
General Lagos
No existen antecedentes sobre la fundación de General Lagos, como sucede con otras poblaciones santafesinas, fue el arribo de inmigrantes atraídos por la fertilidad de estas tierras lo que generó el primer núcleo poblacional. La llegada de las vías del tren en 1886 y la estación, que se conserva tal como fue habilitada en esos años, convirtió al tranquilo paraje en un lugar en el mapa: le llamaban “Estación Lagos”. El nombre es un homenaje al General Hilario Lagos (1806-1860), integrante de las fuerzas federales y partícipe en numerosos enfrentamientos civiles de su tiempo. Durante muchos años se conoció la localidad unida a su vecina como “Pueblo Esther-General Lagos” ya que compartían la comisión de fomento que, debido a su importancia, estaba radicada en General Lagos. En 1976 la localidad se separa definitivamente de su hermana adquiriendo un perfil propio. Nació de la mano del progreso, en una época en donde no había transporte de camiones, el ferrocarril fue el motor de desarrollo de este pueblo que transportaba con él la producción del lugar: cereales, hortalizas. especialmente papas, y legumbres.
El paisaje
La zona disfruta del clima templado pampeano, con temperaturas moderadas y alta humedad, por la presencia próxima del Río Paraná, acariciada por los vientos zonales: el cálido norte, el frío Pampero y la húmeda sudestada. Sobre los terrenos naturalmente llanos, crecen con vigor los eucaliptus, pinos, álamos, paraísos, cipreses, ceibos y sauces. La fauna es diversa y se destacan las aves: patos, teros, garzas, palomas, gorriones, martinetas, colibríes, cabecitas negras, zorzales, horneros y siete colores. Más cerca del río, carpinchos y nutrias, en medio de camalotes, juncos y totoras.